Nuevamente es el arte y esta vez de la mano de la artista Olga Diego y el museo CA2M quienes nos invitan a formar parte de una performance de vuelo. Tanto la artista como el museo se encuentran en un límite enriquecedor. Hacer con lo que tenemos. Parafraseando a la artista: Somos una sociedad de consumo incapaces de modular un respeto por el medio ambiente, sufrimos tal derroche desmedido, que mostramos nuestro más inmenso dolor, el no saber qué hacer con el plástico.
Conscientes de ello, nuestro punto de partida nos invita al diseño y a la elaboración como si de un sueño se tratara, una escultura de aire. Con los materiales que el museo tiene a su alcance y del reciclado.
En este taller se entiende que el fracaso no existe y que todas las ideas pueden tener cabida: voladoras, prevoladoras, profracaso, precaída, antivuelo, predesastre, etc. Valores necesarios para llevar al aula también.
Escuela y Museo en un modelo de educación conjunta donde la exploración con los materiales de desecho, se convierten en parte de la experimentación colaborativa artística. Más allá de una gestión eficiente de los recursos se trata de una acción que fusiona el Arte y la Ciencia.
Como en el aula, las ideas de todos resultan importantes. Considerando todos los diseños y posibilidades de los talleristas, encontramos soluciones creativas ante las diferentes posibilidades de vuelo.
Pronto se intuye un baile con la fuerza de la naturaleza que forma parte del vuelo de “La Lengua Voladora”. Después de una semana, surge la ocasión en un lugar apartado de la ciudad y favorecido por la participación de una residencia infantil cercana. Niños y niñas se sumaron al evento único ofreciendo sus risas y sus miradas expectantes. Casi a punto de robar estrellas y tocar nubes con una cometa dorada con vida propia y henchida por el viento. Creo que todos nos sentimos niños y niñas en el momento en que conseguimos bailar juntos con la cometa y disfrutar de un paisaje aéreo original y descomunal. Quizás el juego, la experimentación, la naturaleza junto con el arte en esta ocasión, fueron los que verdaderamente tensaron el hilo de nuestra escultura. El arte climático en este caso se nutre de una intervención con el paisaje además de la participación y la creación visual. Inevitablemente durante el proceso, la reflexión está servida, sobre la educación artística en la escuela, la sostenibilidad y las acciones compartidas así como el papel de los artistas y de los museos ante el momento que nos toca vivir.