5 noviembre 2024
Cuadro de Remedios Varo, 1948, para ilustrar un calmante de la compañía Bayer. "Alegoría del invierno", Museo Reina Sofía

¡Cuidados! Esto lo cambia todo

Joaquín José Martínez Sánchez @joaquineku

La pedagogía de los cuidados no es una nueva competencia transversal, ni una innovación sacada de la chistera, sino una redundancia. La ciencia pedagógica es la ciencia de los cuidados a la infancia en su integridad. Surgió para que la educación pública recién fundada tomara conciencia de que debía considerar sagradas a esas personas puestas en sus manos: una masa infante y laica del Tercer Estado, a diferencia de instructores e institutrices de la clase alta en casas o colegios (donde se malcriaba individualmente) y de los seminarios religiosos o los reformatorios (donde se disciplinaba a destajo).

Tampoco es una invención europea y occidental. Los rituales de paso se fueron transformando en procesos mucho más cuidadosos, al mismo tiempo que las sociedades se hacían más abiertas e igualitarias y los derechos humanos se imaginaban en todas las lenguas: el jainismo en las culturas hindúes, el tabú de la violencia en la cultura igbo, la identificación con los seres vivos y el sistema de cargos en las comunidades amerindias. Nos hemos alimentado de todas esas fuentes a través de la educación intercultural.

¿Por qué lo cambia todo a fecha de hoy? Para dilucidar esa evidencia racional y esa conmoción, en homenaje al ensayo de Naomi Klein, hemos confluido personas de distintos movimientos pedagógicos: madres, padres y tutores por la inclusión, Teachers For Future Spain, Red/Xarxa de Educadores y Educadoras para la Ciudadanía Global, Docentes LGTBI, Colectivo DIME, alrededor de un lema: incluyendo los cuidados, porque no puede haber inclusión sin reconocer la primacía de los cuidados y, en general, de los fines pedagógicos en cualquier programación.

Nos enfrentamos a hechos incontestables:

  • los signos de malestar en las aulas, como consecuencia de las barreras al aprendizaje: la masificación, el descuido incluso en la arquitectura escolar (cf. patios renaturalizados, bioclimatización, baños en aulas inclusivas: todas) y los recortes en la inversión o el déficit comparativo en la formación inicial del profesorado de secundaria y en la didáctica universitaria, a la hora de lograr mayor inclusión;
  • el clamor del malestar en la naturaleza, que se constata en relación diaria con los ecosistemas estresados, el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad, la contaminación por plásticos y pesticidas, los cambios de las constantes cósmicas en las culturas agrarias y sus consecuencias: el hambre, las guerras y las migraciones resultantes.

En vez de abordar las causas, la administración educativa estatal y autonómica compite en la fabricación de cortinas de humo, tales como prohibir el uso de pantallas para la formación de la competencia digital, lo que redunda en perjuicio del alumnado que padece pobreza infantil. Esa obvia contradicción se esconde manipulando la prudencia de las familias y el miedo al poder adictivo de las aplicaciones o los videojuegos, con tal de rebajar impuestos y ahorrarse la financiación pública de una auténtica política educativa sobre el uso y el control de los medios digitales con justicia social, en el marco de una economía del decrecimiento de la parte más rica del mundo, para que el planeta viva.

Remedios Varo, Alegoría del invierno, 1948. Museo Reina Sofía

Cuidado, naturaleza, educación

Los cuidados riman con naturaleza, no por coincidencia fonética, ni por la resonancia de una onomatopeya: el gemido de una bestia herida, como tiende a hacernos pensar la asociación del mundo natural con las culturas denigradas por supuestamente primitivas, de similar modo que la condición corporal de las mujeres, sujetas al cosmos por la regla del mes lunar, como si los hombres salieran de la mente de otros hombres y no fueran hijos de Madre y herederos de la violencia racionalizada, mucho más feroz, de quienes estaban llamados a dominar la Tierra y someterla.

La rima entre cuidados y natura es interna, imaginativa, y externa, ecológica. Ambas están vinculadas por la exigencia más racional y emotiva de nuestra época: la llamada a educar a seres sintientes capaces de cuidar el planeta.

Para eso hace falta ciencia, por supuesto. Se podría afirmar, de acuerdo con Rebelión Científica, que las ciencias han llegado a su actual grado de desarrollo precisamente para educarnos en un auténtico cambio de era —no como la era de Acuario.

La rima entre cuidado, educación y natura, curación y renaturalización del planeta —enfermo por parásitos con forma humana— tiene que producirse en el currículo desde la edad escolar.

A los ojos de Antígona

El pasado 16 de enero de 2024, un viernes a las 19:00, nos reunimos personas de diferentes movimientos de renovación pedagógica, antes citados, en un X-Space para llevar a la infancia al mar, imitando al maestro Benaiges, que ha vuelto a la vida. 

Nos planteamos esa pregunta fundamental, que lo cambia todo: no solo cómo cuidamos a nuestra prole, la próxima generación amenazada por la urgencia climática, las guerras mundializadas, la falta de refugio para millones de migrantes consecuentes (desigualdad, enfermedad, muerte), totalmente racionales; sino cómo enseñamos a cuidar. Ese es el aleph, el centro del currículum, la clave de la salvación del planeta, la generación presente y las futuras.

Claro que si esa aparente obviedad no ha salido a la luz, si suena casi como una revelación, es porque el cuidado sigue estando muy mal visto: suena gratuito, de bajos salarios y poca formación académica. ¿Medicina, Pedagogía, IPCC? Quita de delante, nos dicen, como si las ciencias fueran moscas. “Esperamos el Apocalipsis”, en vez del Paraíso o un simple existir sereno. A esa enajenación despiadada llamamos distopías, por decir algo.

Quienes desprecian los cuidados en la educación, no solamente muestran su animadversión contra la infancia, a quien la Humanidad protege (Convención firmada por 196 países), tanto como a las personas con diversidad funcional (190 países en apenas una década); no solo se muestran impíos a los ojos de Antígona: centenares de familias que han salido a la palestra de los medios sociales y han narrado sus cuitas con el hashtag #ynopasanada. Irónico y sutil, porque las leyes deberían ser eficaces, frenar la injusticia y defender el derecho. 

Entonces, ¿por qué falla el sistema contra el alumnado diverso, inmigrante y gitano, de renta baja en hogar urbano o rural? Basta con asomarse a las Tres Mil de Sevilla una mañana y ver cómo amanece la infancia en dirección a las escuelas e institutos, a través de la basura esparcida y los jardines descuidados, entre matojos y plásticos. ¿Acaso el urbanismo y los servicios no son públicos? ¿Tienen la culpa los pobres, rechazan el bienestar? 

Las playas de África Occidental, sumergidas bajo el plástico, son un clamor de millones de seres vivos contra el descuido. Las enfermedades respiratorias, las alergias, los cánceres, el hambre en el planeta, las guerras y todas las especies de maltrato y muerte violenta contra la humanidad vulnerable (Congo, Palestina, Ucrania, Tigray, Afganistán, Siria, Myanmar, Centroamérica) y contra la biodiversidad perdida (selvas y bosques en fuga, contaminación química y nuclear) son pruebas suficientes. No es cosa de pobres, no es solo cosa de médicas, sino el primer tema público y el antecedente de cualquier cuestión privada.

¿Cuándo empezamos?

Hay un problema de fondo y esa es la pregunta real, que atañe a todas las clases sociales y, sobre todo, a las más poderosas (cuanto más poder, peor). ¿Cuándo empezaremos la enseñanza de los cuidados y haremos deseable su aprendizaje? ¿Después de aprobar las oposiciones? ¿Después de ganar la guerra? Claro que enseñar a cuidar sin practicar los cuidados es imposible: la empatía y la escucha activas, la retroalimentación eficaz y adecuada a cada persona, la organización del cuidado para multiplicarlo entre pares y nones. Se enseña a cooperar cooperando en equipos educativos y en redes de codocencia visible e inmediata, no solo virtual; siendo amables y reconociendo errores cada día.

Es crucial que extendamos su ámbito más allá de la familia y de la función nutricia; pero también que contribuyamos a cuidar salvaguardando la autonomía creciente del alumnado, con la expectativa de que desarrollen su conciencia moral, desde la obediencia hasta la comprensión de la norma y la autorregulación como herramienta de un grupo autogestionado. Tampoco hay cuidado en una secta sin justicia, ni solidaridad real en el reality show del conflicto diario.

Ahora bien, si no ofrecemos alternativas visibles en una comunidad de aprendizaje basada en la participación, será imposible convencer a quienes intercambian valor en su entorno cercano, aunque sea de forma injusta y, a veces, despiadada. Hace falta reconocer la identidad de las personas para procurar su desarrollo humano. La gratuidad del “yo te doy, tú me das” (do ut des) no se supera con disciplinas heteronormativas.

El cuidado tendría que incluir todas las demás competencias y darles sentido:

  • alfabetizar en las relaciones con el planeta vivo;
  • comunicar con cuidado, en lenguas que merecen cura;
  • calcular, diseñar y programar el cuidado;
  • madurar, socializar y aprender estrategias para el cuidado.

Cuidar es urgente, no porque la humanidad débil esté sometiendo al superhombre con sus lágrimas, sino porque el superhombre ha aplastado a todo ser vivo bajo su imperio con una furia mortal. 

Hace tiempo que estamos tardando.

Dolmen de la Pastora
Dolmen de la Pastora, Valencina
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Naturautas

Aprendiz de vida y de naturaleza a través de las letras y los caminares. Muy agradecido a las maestras brujas.

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